De entre todos las especies de caracoles que se mantienen de forma voluntaria los más populares sin duda son los vulgarmente conocidos como caracoles turbo. Hemos aclarado que voluntariamente porque en ocasiones llegan otras especies al acuario al amparo de la roca viva que se mantienen y pueden ser carnívoras o incluso predadoras de pólipos de coral.
Dentro de las muchísimas familias de caracoles que existen en la naturaleza a nosotros por sus bondades como limpiadores del acuario nos interesan las familias Neritidae y Trochidae. Su mantenimiento en el acuario no está ligado a unas necesidades muy exigentes pero si debemos tener en cuenta ciertas cuestiones para mantenerlos en el mejor estado posible.
Los caracoles son una excelente voz de alarma ante bajadas repentinas de la alcalinidad. Su metabolismo es muy sensible a cambios bruscos en las condiciones acuáticas y ante una bajada detendrán su actividad. También son extremadamente sensibles a metales como el cobre aun en tanques que se hayan tratado con tratamientos en base a cobre hace mucho tiempo.
Dentro del acuario están expuestos a una serie de peligros que conviene vigilar. El primero de ellos es la presencia de depredadores como gusanos de fuego y gambas mantis. Para controlar los gusanos de fuego es conveniente contar con la ayuda de un Pseudochelinus hexataenia que es un pez dotado de una gran coloración y bastante resistente. Contra las gambas mantis y otros cangrejos que pudiera haber en el acuario es recomendable colocar trampas periódicamente para controlar sus poblaciones. Por último el mantenimiento de caracoles con especies de peces Globo, peces ballesta y algunos lábridos es totalmente contraproducente porque terminarán comiéndose a nuestros caracoles.
Otra causa de mortandad de caracoles en el acuario, aparentemente sin motivo aparente, es la manipulación a la que los sometemos. El arrancar caracoles cuando se encuentran pegados les producen desgarros no visibles a simple vista pero que a la larga acaban con su vida. Para arrancar un caracol es preferible apretar levemente el caparazón sobre el objeto al que está pegado hasta que se suelte voluntariamente.